Radar Cuadrante
La política comercial de Estados Unidos, utilizada como herramienta de negociación con México, parece que será la constante durante el mandato del presidente Donald Trump, quien, tras la amenaza de imponer un arancel de 5 por ciento al país por un adeudo en la entrega de 200 millones de metros cúbicos de agua, provocó que el gobierno mexicano cediera en las negociaciones y acordara entregar el líquido de forma escalonada, iniciando en el próximo periodo de lluvias.
Es notable que, sin importar el tema, la Casa Blanca parece dispuesta a utilizar la amenaza arancelaria como su principal ariete. Esto ha llevado a analistas a llamar a una diversificación del comercio mexicano para intentar mitigar el nivel de influencia de este tipo de acciones. Sin embargo, tras el anuncio de la imposición de aranceles a países sin Tratado de Libre Comercio —en una medida que parece diseñada para disminuir la entrada de productos chinos al país— se puede entender que México ha priorizado su relación con el vecino del norte y, más que una diversificación, busca un alineamiento.
Independientemente de las medidas que se tomen, un factor que ha detenido el crecimiento de distintas industrias en el país es el delito de extorsión, que se ha expandido de forma exponencial. En regiones como Michoacán, por ejemplo, el cultivo de aguacate requiere el pago de “protección” a diversas organizaciones criminales. Por ello, se anunció con bombo y platillo, en una reunión con los 32 gobernadores del país en Palacio Nacional, una iniciativa para homologar la Ley Antiextorsión a nivel nacional, con la presidenta autoimponiéndose la meta de eliminar este delito en 2026, lo que parece poco realista dada la magnitud del problema.
Por otro lado, tanto el gobierno mexicano como la región en su conjunto deberán considerar el nuevo papel que Estados Unidos pretende asumir con la publicación de su nueva “Estrategia de Seguridad Nacional”, la cual ha generado preocupación entre analistas que señalan que representa un retorno a la doctrina Monroe, cuando el país norteamericano fungía como tomador de decisiones sobre los rumbos políticos y económicos de las naciones del continente, bajo la máxima de que “América es para los americanos”.
La intención de adoptar un papel más activo se hizo evidente con la confiscación de un buque petrolero en costas de Venezuela con destino a Cuba, un acto que ha sido interpretado como ilegal, pero que Estados Unidos defiende bajo el argumento de la “seguridad nacional”. Con ello, la intención de ejercer presión sobre el régimen venezolano para propiciar un cambio de régimen hacia uno más favorable a Washington D.C. se vuelve cada vez más plausible.
Tanto México como los gobiernos de la región deberán retomar los aprendizajes de la Guerra Fría del siglo pasado, cuando era necesario balancear sus propios intereses con los de las potencias de la época, con la diferencia fundamental de que la Unión Soviética nunca estuvo siquiera cerca de poseer el poder económico que China tiene en la actualidad.
México, debido a su proximidad geográfica e interconectividad económica, continúa con la estrategia de integración con América del Norte, con el sutil cambio de retomar la política de sustitución de importaciones en algunos sectores. Aunque esto podría ayudar a la seguridad operativa y de proveeduría de ciertas industrias, no parece ser una estrategia que considere plenamente los profundos cambios geopolíticos que estamos observando.