Texto de Juan Carlos Carrillo, redactor creativo en Cuadrante
El beso es un gesto que está presente en la humanidad desde hace mucho tiempo, y aunque no todas las culturas lo practican, pues en algunas lo ven como ofensivo o de traición, sí la mayoría lo utiliza en función del contexto, la parte del cuerpo en la que se da y el tipo de vínculo entre las personas.
De hecho, es una poderosa forma de comunicación no verbal, pues es interpretado como un sustituto de las palabras y utilizado para enfatizar y reforzar el mensaje que queremos dar a alguien más.
Incluso, un beso es capaz de trasmitir sabores, olores y texturas, así como información sobre los sentimientos de alguien, la relación que guarda con otra persona y tener un guiño a los rasgos de la personalidad, como la sensibilidad, la impulsividad, agresividad, delicadeza, seguridad, expresividad, entre otras cualidades.
Besar… ¿A la distancia?
Si bien en algunos países emplean el beso como una forma de saludo, como en España, Francia y otros países de Europa donde se da de mejilla entre hombres, este gesto se vio frenado por la pandemia de Covid-19, lo que causó optar por saludos de codo, movimientos con las manos o simples reverencias.
El beso también es interpretado como una forma de expresión de afecto, pero la Sana Distancia y el Confinamiento se encargaron de que este tipo de lenguaje mermara las relaciones interpersonales y nos llevara a pensar: ¿cómo poder mostrar nuestro afecto a familiares y amigos ante medidas de prevención que implican evitar el contacto físico?

Más allá de los efectos psicológicos y emocionales que pudo traer esto, las expresiones de afecto se vieron afectadas como nunca por esa falta de calidez y eran incluso mal vistas. De hecho, así como para los romanos era de pésimo gusto besar a las personas en presencia de otras, durante la etapa fuerte de la pandemia, ver que dos personas se besaban en público era objeto de críticas.
Besos post-pandémicos
A dos años de que la humanidad ha aprendido a vivir con un virus que la propia Organización Mundial de la Salud considera que llegó para quedarse, la gente recobra la confianza por el contacto físico.
Ya sea el beso litúrgico, que se da en la eucaristía cristiana; el beso cariñoso, que los padres y madres dan en la frente; beso de saludo en las mejillas, que en función de la cultura, se da uno, dos o tres; el beso esquimal, que se da en la nariz en regiones como Madagascar o Nueva Guinea; o el beso de amor, que es el que los amantes apasionados se dan en los labios, poco a poco la gente vuelve a utilizar con normalidad este gesto en sus distintas facetas.

La vacunación y los casos recuperados de Covid-19, han hecho que recuperemos más esa confianza en expresar nuestro afecto a otras personas en un mundo post pandemia, claro está, con sus debidas precauciones.
El acto del lenguaje sin palabras
A pesar de que vivimos una pandemia que nos hizo pensar dos veces si queríamos dar un beso a nuestros familiares o amistades, hoy en día no podemos negar que el beso está presente más que nunca en nuestra vida cotidiana luego de tanto tiempo a la distancia, sin importar el contexto cultural, social, religioso y personal que se viva.
No cabe duda que el acto de besar es un tipo de lenguaje no verbal que puede emitir todo un abanico de mensajes emotivos, ya sean positivos como el amor, afecto, cariño; o negativos como traición o humillación, dependiendo de la ideología, el contexto y la cultura, en que se presente.
Pero independientemente de eso, besar es una conducta más que nuestro cerebro nos impulsa a realizar con el objetivo de comunicarnos, de conectar, de sentir, de adivinar y conocer a otra persona. Dicho de otra forma, besar es explorar el lenguaje no verbal en todo su esplendor.
Y tú, ¿cuándo fue la última vez que besaste a alguien?
Foto: Marvel